"El sentimiento rojiblanco lo llevo dentro y eso me obliga a algo más." Caminero.
Caminero como Director Deportivo, Aguilera en el fútbol base, Vizcaíno y Baraja en el cuerpo técnico y Pantic como técnico del filial. Cinco de los seis puestos más importantes del club quedarán en la campaña 2011-12 en manos de antiguos jugadores. Cuatro de ellos nunca antes han desempeñado la función para la que se les contrata. Tras la reestructuración del club, Caminero asume más funciones que ningún otro antes en su cargo. Es el ex futbolista, reciclado en ejecutivo.
El acercamiento a la afición a través de mitos recientes es una práctica habitual en muchos clubs. Sin duda, un recurso de poco riesgo para directivos: inoculan el sentimiento de club en todos los estamentos, recuperan mitos de la afición y edulcoran la frustración a base de caras conocidas. En el Atlético se pretende, de paso, rebajar el grado de decibelios producido la campaña pasada por las plataformas antidirectiva.
Alcanzar un alto puesto directivo sin experiencia ninguna y con el apoyo popular solo tiene cabida en un ecosistema tan visceral como el fútbol. En cualquier otro campo laboral, la sospecha estaría servida. Aplicar la endogamia en lugar de meritocracia es un giro legítimo, aunque no por ello deja de suponer un doble filo. Los niños amantes de Caminero o Aguilera son ahora jóvenes que rebosan malestar ante los dueños y que verán a su antigua y respetada figura acuñar discurso a favor de sus jefes. Más allá de la curiosidad que despierta el viejo ídolo con corbata, el gesto supone la institucionalización de grandes personajes de la historia futbolística, su paso a un registro distinto al de proveedor de momentos balompédicos.
Del lado del club, la elección es comprensible. Sin embargo, cuando el empleado es escogido por su currículum en el césped y no por sus habilidades para el puesto a desempeñar, le envuelven una serie de obligaciones tácitas, unos preceptos dificilmente definibles, más presentes en el graderío que en la institución. Si la carta de presentación más válida ha sido su sentimiento, se le exigirá el respeto de los códigos anímicos de la grada, más allá de las funciones que le sean impuestas. Se debe al pagador, pero también a la masa social que legitima ese sentimiento. De lo contrario, no tendría sentido escoger a un ex antes que a un profesional cualificado.
La responsabilidad capital del ex futbolista pasa por conocer la conexión grada-césped. Se le presupone un conocimiento exhausto de las dinámicas pasionales de su hinchada, de sus particularidades más irracionales. Le sujeta una obligación añadida: palpar la realidad más allá del despacho y estar alerta a las necesidades de la masa social. Y, por tanto, tomar decisiones en ese sentido. Pese a su nuevo asiento entre los gerifantes, se le considera más cercano al bando de los aficionados que al de los dueños. Una suerte de infiltrado.
La estrategia de recuperación de ídolos pretende crear fidelización desde una propuesta anímica que no busca referentes en los nuevos tiempos, sino en los libros de historia. Mirar hacia el pasado en lugar de hacia el futuro es una estrategia revisionista que supone explotar fetiches caducos en lugar de generar nuevos.
Sería razonable, al menos, plantear si el problema de identidad del Atlético se basa en la falta de referentes sentimientales en las oficinas o, en realidad, en la falta de referentes de calidad, sin importar su procedencia. En clubs definidamente presidencialistas, como es el Atlético, las figuras intermedias terminan por ser intrascendentes. Colocar un par de jarrones a las puertas de los despachos de los jefes tendrá un efecto narcótico un tiempo, pero el efecto resorte termina siendo mayor.
A los recién llegados les ampara el beneficio de la duda y la creencia mayoritaria de que un Atlético de atléticos quizá supla eficiencia con dedicación. Pero su obligación es generar resultados, más allá del pretexto utilizado para su contratación. La cantera, los apegos o el efluvio rojiblanco valen como punto de partida, nunca como punto de llegada.
¿Se despista a la afición apostando por el fútbol besacamisetas en las oficinas? ¿Deberá Caminero explicarle a Agüero lo que significa el sentir rojiblanco? ¿Para qué, realmente? ¿Para tratar de que el jugador permanezca a pesar de que no existe un proyecto a la altura de su nivel futbolístico? ¿Para qué no se marche del Atlético por sentimiento? ¿Engrandece a un club usar argumentos afectivos? Quizá sea Agüero el que les esté explicando a ellos el verdadero estado de la cuestión atlética, el de un club que primero fue grande, luego se lo creyó sin serlo y actualmente, ni lo es ni se lo cree.