
Hoy, Jurado es un futbolista diferencial. Con ritmo para liderar partidos en el filo, como hizo en Anfield y Hamburgo, y un abanico de jugadas propias, marca de la casa. Recuerda a Xavi cuando protege el balón y a Iniesta cuando lo conduce. Además, ganó cuerpo y llegada, sus dos hándicaps de juvenil. En aquella edad, con continuidad en su juego probablemente nunca hubiera llegado a un Atlético en apuros, allá por 2005.
Quizá la suplencia en Mónaco le refrescó su papel secundario -incierto, fue el tercero con más minutos la campaña pasada- y Quique trató de remediarlo con una titularidad in extremis que no agradó en las oficinas, ya que el jugador aceptó el reto europeo y compartirá vestuario con Raúl en la Bundesliga.

Y con todo, el Atlético es líder. Sigue subido en el carrusel de los últimos meses, con la inercia de las finales trasladada a los partidos domésticos. De la continuidad física y mental de un grupo que se siente campeón va a depender el papel que hagan esta temporada.
Porque ahora mismo este equipo es un tiro. Navega con tanta

El navarro vive su momento más alegre desde que llegó al Calderón. Tras trompicar pasadas campañas perdido por el mediocampo, de repente ha ganado galones, se le han caído dientes de leche y su juego ha ganado inteligencia. Se posiciona mejor, minimiza errores, pierde menos balones y ha iluminado su juego: fabricó los dos tantos en la Supercopa y cedió a Jurado el primero contra el Sporting. Futbolista de empatías, se ha contagiado del ánimo festivo del conjunto, igual que en el pasado deprimió su fútbol junto a todo el equipo.
El Atlético vigiló el partido a ratos, más que

Se habían hartado los de Preciado a disparos desde fuera del área. Probablemente por el cerrojo atlético liderado por Godín y Perea. Interesante combinación la solidez del uruguayo con la explosividad del colombiano, imprescindible con la presión adelantada que quiere Flores este principio de campaña.
El equipo, que sabe que se maneja mejor con alto registro de revoluciones, cimenta en su defensa para convertirse es un equipo a arreones. Pero qué arreones. Jurado empaló su último gol atlético y el segundo llegó de la conexión De Gea-Agüero. El guardameta mandó un melón que el argentino convirtió en ensalada de verano sportinguista. Recogió el balón en línea de banquillos, pegado a banda, y llegó el tifón: arranque con media docena de recortes, dos por rival, trompicones, caídas, patada al aire, braceos, y asistencia a Forlán con la cadera. Es lo que en el fútbol se llama individualidades.
Tiene este madrugador Atlético dos velocidades: cero y turbo. La propuesta para este tipo de encuentros en casa, a diferencia del bloque rocoso de la Supercopa, es partir el equipo en 6+4, aunque esta ocasión parece con más sentido que otras veces. Será porque los 6 defienden mejor y los 4 atacan mejor. Incluso Reyes conduce menos y se empieza a gustar como futbolista de último pase. Cabeza levantada, Utrera.
En la segunda parte siguió el vértigo, con mucha movilidad en el ataque, retorno de Suárez, debut de Costa, expreso de Ujfalusi, doblete de Forlán, paradón de De Gea, ovación a Jurado y cántico de campeones. Simao, que con 40 partidos al año -y no 70, Mundial incluido- será un jugador muy aprovechable, hizo el gol del liderato con un latigazo a la escuadra desde la frontal.

Pues así están las cosas. Hace diez meses, el equipo en descenso, humillado en Europa, acobardado en su estadio, presidente dimisión, jugadores mercenarios. Después, Quique. Los que tengan aire, que respiren.