
Sobre la cuerda floja del mes de febrero, que ha visto temblar el puesto de Flores, reposar en el banquillo los fichajes de invierno y afinar la partitura de la grada contra la directiva, el fútbol del Atlético se ha refugiado en los matices. Con Forlán en rehabilitación y Agüero buscando socios, el equipo se ha espabilado entorno a algunos secundarios: el liderazgo de Tiago, la vuelta de Domínguez y la aparición de Koke alumbran algo de esperanza. Pero sobre todo, la mejor noticia sigue siendo el empeño de Reyes.
El sevillano gana galones cada vez que Forlán o Agüero no comparecen, por una razón u otra. Lo intuye la grada, que le confirma en su podio de ídolos junto al Kun, intocable, y De Gea, la joya local. Con solo un año de historia real en este equipo, Reyes desfila ya currículum de mito del rock: un tipo que fue estrella, se lo creyó, dejó de serlo, cayó en el olvido, se lo siguió creyendo, y de repente, cuando nadie le esperaba, volvió a la escena por la puerta de atrás. Dan ganas de creer en la resurrección.
Sus correrías son ya seña de identidad de los tiempos recientes atléticos: ensayo y error. Construye riesgos en las dos áreas a partes iguales. Por cada balón que pierde con sus regates eternos, se desvive en recuperarlo y volver a probar fortuna. Representa sin saberlo la verdadera esencia del club: intentarlo, caer, y volver a intentar exactamente lo mismo. La fe que vuelca en su fútbol terco y reiterativo le dota incluso de un toque de ternura. A estas alturas, junto al Kun, es el arma más fiable del Atlético. Un terremoto en la llanura creativa del equipo: no sirve para armar un proyecto colectivo a largo plazo, pero es mejor que la aburrida e interminable estepa.
Más allá de anotar en Febrero la mitad de todos los tantos del equipo -2 de 4-, el sevillano ha descargado peso de las magulladas espaldas de Agüero. Sus números ligueros de este año, 22 partidos/4 goles; le ayudan a mejorar sus cifras globales desde su llegada al Manzanares, bastante discretas: 78 partidos y 6 tantos anotados.
El sevillano gana galones cada vez que Forlán o Agüero no comparecen, por una razón u otra. Lo intuye la grada, que le confirma en su podio de ídolos junto al Kun, intocable, y De Gea, la joya local. Con solo un año de historia real en este equipo, Reyes desfila ya currículum de mito del rock: un tipo que fue estrella, se lo creyó, dejó de serlo, cayó en el olvido, se lo siguió creyendo, y de repente, cuando nadie le esperaba, volvió a la escena por la puerta de atrás. Dan ganas de creer en la resurrección.
Sus correrías son ya seña de identidad de los tiempos recientes atléticos: ensayo y error. Construye riesgos en las dos áreas a partes iguales. Por cada balón que pierde con sus regates eternos, se desvive en recuperarlo y volver a probar fortuna. Representa sin saberlo la verdadera esencia del club: intentarlo, caer, y volver a intentar exactamente lo mismo. La fe que vuelca en su fútbol terco y reiterativo le dota incluso de un toque de ternura. A estas alturas, junto al Kun, es el arma más fiable del Atlético. Un terremoto en la llanura creativa del equipo: no sirve para armar un proyecto colectivo a largo plazo, pero es mejor que la aburrida e interminable estepa.
Más allá de anotar en Febrero la mitad de todos los tantos del equipo -2 de 4-, el sevillano ha descargado peso de las magulladas espaldas de Agüero. Sus números ligueros de este año, 22 partidos/4 goles; le ayudan a mejorar sus cifras globales desde su llegada al Manzanares, bastante discretas: 78 partidos y 6 tantos anotados.
Otros nombres propios.
agüero.
Su falta de gol –dió la victoria ante Zaragoza tras 8 jornadas de vacío– no le resta fiabilidad. Su discurso fuera del césped, donde reitera una y otra vez su compromiso con el Atlético, le encumbran como uno de los grandes totems rojiblancos de los últimos tiempos. El Calderón lo seguirá disfrutando. Mientras pueda.
agüero.

tiago. La afición se harta a pedir un cerebro y en realidad, ya tiene uno. Lo que le falta es rodearlo de futbolistas con quien compartir el balón. El portugués es el futbolista que más se ha resistido a la depresión atlética. Su paso por Italia acorazó su fútbol de precisión. Mueve al equipo, sabe qué hacer con la pelota y su liderazgo es indiscutible. Nadie grita tanto y nadie pide tanto el balón. Tiene pausa, domina todas las velocidades y su cordura es contagiosa: Raúl García mejora y Koke se anima a tocar.
koke. Quique le viene echando el ojo hace tiempo, y con la salida de Camacho a Málaga, le ha hecho sitio con los mayores. Con 19 años, suma más de 60 partidos con el filial y una decena de participaciones ligueras con el primer equipo, seis de ellas esta temporada. Su gol ante el Sevilla no retrata su juego, pero le dará prensa.