Si las victorias comienzan desde atrás, como atina Flores, inevitablemente se finalizan delante con tipos como el Kun. Remendada la defensa atlética, su concurso ofensivo es cada vez más vital. En Bilbao estuvo imparable. Literalmente. No hubo manera para el Athletic de detenerle sin golpes.
En encuentros así, el argentino es un coloso. Batalla, presiona, cae a banda y siempre llega antes que el rival a las disputas. Tiene pausa para pivotar y vértigo para acelerar. Recorta multidirección, aguanta tarascadas y ve huecos donde pocos ven. Y su arranque es demoledor.
De sobra es conocida su clase, sin embargo, se crece Agüero en el barro, donde se impone por cuerpo y brío. La temperatura de la Catedral debe evocarle la cancha argentina; de los choques con los bigardos vascos salió siempre ganador. Durante una hora, el partido fue suyo, hasta que Gurpegui se hartó y le atropelló sobre la línea de la frontal en una acción que lesionó a ambos.
El Athletic preparó el encuentro desde la épica, la gresca y la pedrada. Exageradamente frontal, abusó del juego directo, donde Godín se doctoró ante Llorente. Asustó a ratos, más por el empuje de la grada, porque el balón voló más que rodó, siempre plano hacia los puntas. Tampoco pudo aparecer por la medular Javi Martínez, devorado por la mejor versión de Raúl García, cada vez más habitual.
Sin rédito por arriba y sin segunda jugada, el Athletic solo percutía. Mientras, el mediocampo atlético barría y se lanzaba en cabalgada. Especialmente activo estuvo Simao, que lideró la mayor parte de las arrancadas. Al portugués le dará la gasolina para una temporada mucho menos cargada, y deberá volverse a sentir importante. Pudo haber vuelto agotado tras un parón de selecciones, sin embargo, su retirada internacional deja su kilometraje en exclusiva para los rojiblancos.
Entonces, el Kun.
A los diez minutos, Agüero cayó en banda, recibió, controló, arrancó, bailó y asistió. Caballo sobre tablero de ajedrez, barriendo rivales en L; el Kun ha hecho del regate-rebote-regate una jugada registrada. El resto es Forlán. El uruguayo lleva contra los vascos 12 goles en 13 partidos, la mitad de rojiblanco. En medio, simpático tacón-tropezón de Simao para asistir al uruguayo.
El partido se ponía donde lo quería Quique Flores. Tocaba examen defensivo. El equipo tiró la defensa arriba para sacar a Llorente del área y multiplicó las ayudas, destacando ambos laterales en el incordio al salto. Quique ha ordenado, confiado y motivado; pero sobre todo le ha dado pasión a este equipo. Hay gente que vivía angustiada y que ahora disfruta, como Perea, López o García. Y así la solidaridad sale sola, como evidenciaba ver a Reyes arremangado en banda.
Durante un rato, el partido se embarró. Diego Costa, que había entrado por el lesionado Agüero, estuvo fallón en un remate franco y después desperdició misteriosamente un 4 contra 1 yéndose a perder tiempo al córner. Acertó en cambio antes el brasileño guiando el contragolpe marca de la casa que cerró Tiago, al que Quique hizo debutar de falso interior.
El Athletic se había reactivado un rato antes gracias a los cambios. Perea, que llevaba un partido perfecto, presionó a Muniaín hasta su casa, tanto que dejó una autopista para que De Marcos sirviera a Llorente, que solo pudo superar a la defensa atlética por abajo. No cerró Tiago, despistado en la banda.
Es evidente que el Atlético ha crecido. Si la temporada pasada solo venció un encuentro liguero a domicilio, en esta ya lleva la mitad. A un ataque de primera ha sumado una defensa de categoría. Puede que le ataquen lo mismo que otras campañas, pero es que esta vez defiende muy bien. A lo que había, que Quique rehabilitó -Perea, A. López- o alumbró -De Gea, Domínguez-, se ha sumado el uruguayo Godín. No se oía gritar tan alto en el área rojiblanca desde los tiempos de Simeone. Y queda Filipe, a quien Quique, como hizo con Salvio, reserva para hacer debutar al máximo nivel. Discutible, pero alguien le discute algo ahora. Líder aún, por cierto.
En encuentros así, el argentino es un coloso. Batalla, presiona, cae a banda y siempre llega antes que el rival a las disputas. Tiene pausa para pivotar y vértigo para acelerar. Recorta multidirección, aguanta tarascadas y ve huecos donde pocos ven. Y su arranque es demoledor.
De sobra es conocida su clase, sin embargo, se crece Agüero en el barro, donde se impone por cuerpo y brío. La temperatura de la Catedral debe evocarle la cancha argentina; de los choques con los bigardos vascos salió siempre ganador. Durante una hora, el partido fue suyo, hasta que Gurpegui se hartó y le atropelló sobre la línea de la frontal en una acción que lesionó a ambos.
El Athletic preparó el encuentro desde la épica, la gresca y la pedrada. Exageradamente frontal, abusó del juego directo, donde Godín se doctoró ante Llorente. Asustó a ratos, más por el empuje de la grada, porque el balón voló más que rodó, siempre plano hacia los puntas. Tampoco pudo aparecer por la medular Javi Martínez, devorado por la mejor versión de Raúl García, cada vez más habitual.
Sin rédito por arriba y sin segunda jugada, el Athletic solo percutía. Mientras, el mediocampo atlético barría y se lanzaba en cabalgada. Especialmente activo estuvo Simao, que lideró la mayor parte de las arrancadas. Al portugués le dará la gasolina para una temporada mucho menos cargada, y deberá volverse a sentir importante. Pudo haber vuelto agotado tras un parón de selecciones, sin embargo, su retirada internacional deja su kilometraje en exclusiva para los rojiblancos.
Entonces, el Kun.
A los diez minutos, Agüero cayó en banda, recibió, controló, arrancó, bailó y asistió. Caballo sobre tablero de ajedrez, barriendo rivales en L; el Kun ha hecho del regate-rebote-regate una jugada registrada. El resto es Forlán. El uruguayo lleva contra los vascos 12 goles en 13 partidos, la mitad de rojiblanco. En medio, simpático tacón-tropezón de Simao para asistir al uruguayo.
El partido se ponía donde lo quería Quique Flores. Tocaba examen defensivo. El equipo tiró la defensa arriba para sacar a Llorente del área y multiplicó las ayudas, destacando ambos laterales en el incordio al salto. Quique ha ordenado, confiado y motivado; pero sobre todo le ha dado pasión a este equipo. Hay gente que vivía angustiada y que ahora disfruta, como Perea, López o García. Y así la solidaridad sale sola, como evidenciaba ver a Reyes arremangado en banda.
Durante un rato, el partido se embarró. Diego Costa, que había entrado por el lesionado Agüero, estuvo fallón en un remate franco y después desperdició misteriosamente un 4 contra 1 yéndose a perder tiempo al córner. Acertó en cambio antes el brasileño guiando el contragolpe marca de la casa que cerró Tiago, al que Quique hizo debutar de falso interior.
El Athletic se había reactivado un rato antes gracias a los cambios. Perea, que llevaba un partido perfecto, presionó a Muniaín hasta su casa, tanto que dejó una autopista para que De Marcos sirviera a Llorente, que solo pudo superar a la defensa atlética por abajo. No cerró Tiago, despistado en la banda.
Es evidente que el Atlético ha crecido. Si la temporada pasada solo venció un encuentro liguero a domicilio, en esta ya lleva la mitad. A un ataque de primera ha sumado una defensa de categoría. Puede que le ataquen lo mismo que otras campañas, pero es que esta vez defiende muy bien. A lo que había, que Quique rehabilitó -Perea, A. López- o alumbró -De Gea, Domínguez-, se ha sumado el uruguayo Godín. No se oía gritar tan alto en el área rojiblanca desde los tiempos de Simeone. Y queda Filipe, a quien Quique, como hizo con Salvio, reserva para hacer debutar al máximo nivel. Discutible, pero alguien le discute algo ahora. Líder aún, por cierto.
2 comentarios:
Me encanta cómo lees los partidos, aunque sea desesperante para grandes amantes del fútbol como yo el tener que enterarse de detalles del encuentro gracias a crónicas ajenas aun habiéndolo visto con (presunta) atención...
un saludo crack! sigue así!
Bueno, solo es una mirada más; construir algo alrededor de lo que trasmite un partido de fútbol. Sin más. Te agradezco mucho tus palabras.
Publicar un comentario