Que Agüero representa el salto de calidad de este equipo no es noticia; pero que, en su primera ausencia, el Atlético se iba a encontrar tan hueco no lo sospechaba ni siquiera Quique Flores. El técnico rojiblanco, entre todas las opciones posibles para sustituir al Kun, apostó por la más musculosa. Cambió el dibujo, y calzó a Tiago detrás de Forlán, desde donde flotó arriba y abajo sin asistir ni en un lado ni en el otro.
No se reconoció el Atlético en su arranque por la defensa del título europeo. Se mostró sin intensidad, insípido y tan confiado que salió al campo trotando. Debutó Mérida, que debía auxiliar al portugués a pierna cambiada, pero estuvo previsible por dentro y timorato por fuera. Con Forlán varado en punta, no hubo solución ofensiva al atasco atlético.
Sin la excitación del Kun, el equipo fue una sombra. No quemó la grada como se esperaba, correcta y animosa, ni mordió el Aris como se anunció. Fue un equipo simplón, solo incómodo para el mal día rojiblanco. Los de Cúper tienen el guíón aprendido: robar, correr y disparar, a ser posible todo por el mismo hombre. Solo que los tiros eran despejes, y durante el primer acto el encuentro fue un suplicio. Ha armado el argentino un conjunto tan tosco como fiable, un bloque de funcionarios arisco y cumplidor, a los que el Atlético nunca preocupó. Sólo los españoles Koke y Javito aportan algo de lírica al mecano griego.
No contectaba Tiago, que no entendía su puesto y se adelantaba tanto que tropezaba con Forlán. El equipo se embruteció; Camacho se encoló a Raúl García, de lo poco rescatable, para formar un engrudo sin partitura alguna. La congestión por el medio aseguró el balón, pero nadie supo muy bien qué hacer con él. El joven canterano, con el que Quique debe seguir insistiendo, estuvo tierno, demasiado lento en un partido ya por sí plomizo. Su motor diesel tardó en entrar en juego, y le faltó valentia para hacerse con su parcela.
Los recambios no imprimían tensión y el equipo vagueaba a medio gas. Valera, horrible en el lateral, pareció siempre a punto de cortar o llegar, pero nunca logró ni una cosa ni otra. Sólo Godín y Domínguez estuvieron fiables, especialmente el uruguayo, que ha terminado con los titubeos en defensa.
Diego Costa despertó al equipo.
Sin solución al tedio, Quique reaccionó al descanso, volvió a la libreta y metió a Diego Costa por Raúl García. El equipo recuperó su esquema y con Tiago por detrás del balón, apareció el Atlético. También Costa ayudó a sacar al equipo del letargo. A ratos, estuvo vibrante el brasileño en sus arrancadas desde banda. Chispeó al equipo, a pesar de lo frontal, y él mismo avisó con un disparo cruzado al que respondió Faty con un puntapié lejanísimo.
Al menos durante un rato hubo partido, porque en una jugada tan aislada como probable, el ex canterano barcelonista Javito acudió al rechace de una disputa aérea y cazó un zurdazo desde la frontal que De Gea no pudo detener. Flores dió entrada inmediata a Reyes, que aportó poco, ofuscado en su versión más codiciosa.
Hay margen de solución en Europa y es probable que la derrota no afecte a la disputa doméstica, pero el primer tropezón debe dar la verdadera medida tras un mes eufórico. La vuelta a la realidad puede convertirse en una anécdota o desatar una tormenta; de la respuesta del grupo ante Barcelona y Valencia dependerá su futuro inmediato.
No se reconoció el Atlético en su arranque por la defensa del título europeo. Se mostró sin intensidad, insípido y tan confiado que salió al campo trotando. Debutó Mérida, que debía auxiliar al portugués a pierna cambiada, pero estuvo previsible por dentro y timorato por fuera. Con Forlán varado en punta, no hubo solución ofensiva al atasco atlético.
Sin la excitación del Kun, el equipo fue una sombra. No quemó la grada como se esperaba, correcta y animosa, ni mordió el Aris como se anunció. Fue un equipo simplón, solo incómodo para el mal día rojiblanco. Los de Cúper tienen el guíón aprendido: robar, correr y disparar, a ser posible todo por el mismo hombre. Solo que los tiros eran despejes, y durante el primer acto el encuentro fue un suplicio. Ha armado el argentino un conjunto tan tosco como fiable, un bloque de funcionarios arisco y cumplidor, a los que el Atlético nunca preocupó. Sólo los españoles Koke y Javito aportan algo de lírica al mecano griego.
No contectaba Tiago, que no entendía su puesto y se adelantaba tanto que tropezaba con Forlán. El equipo se embruteció; Camacho se encoló a Raúl García, de lo poco rescatable, para formar un engrudo sin partitura alguna. La congestión por el medio aseguró el balón, pero nadie supo muy bien qué hacer con él. El joven canterano, con el que Quique debe seguir insistiendo, estuvo tierno, demasiado lento en un partido ya por sí plomizo. Su motor diesel tardó en entrar en juego, y le faltó valentia para hacerse con su parcela.
Los recambios no imprimían tensión y el equipo vagueaba a medio gas. Valera, horrible en el lateral, pareció siempre a punto de cortar o llegar, pero nunca logró ni una cosa ni otra. Sólo Godín y Domínguez estuvieron fiables, especialmente el uruguayo, que ha terminado con los titubeos en defensa.
Diego Costa despertó al equipo.
Sin solución al tedio, Quique reaccionó al descanso, volvió a la libreta y metió a Diego Costa por Raúl García. El equipo recuperó su esquema y con Tiago por detrás del balón, apareció el Atlético. También Costa ayudó a sacar al equipo del letargo. A ratos, estuvo vibrante el brasileño en sus arrancadas desde banda. Chispeó al equipo, a pesar de lo frontal, y él mismo avisó con un disparo cruzado al que respondió Faty con un puntapié lejanísimo.
Al menos durante un rato hubo partido, porque en una jugada tan aislada como probable, el ex canterano barcelonista Javito acudió al rechace de una disputa aérea y cazó un zurdazo desde la frontal que De Gea no pudo detener. Flores dió entrada inmediata a Reyes, que aportó poco, ofuscado en su versión más codiciosa.
Hay margen de solución en Europa y es probable que la derrota no afecte a la disputa doméstica, pero el primer tropezón debe dar la verdadera medida tras un mes eufórico. La vuelta a la realidad puede convertirse en una anécdota o desatar una tormenta; de la respuesta del grupo ante Barcelona y Valencia dependerá su futuro inmediato.
1 comentarios:
Muy interesante, felicidades!
Publicar un comentario