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28 de agosto de 2010

vuelve el atlético. INTER 0 - ATLÉTICO 2

No conviene en el fútbol exceder la alabanza al éxito, ni vender titulares con ligereza; termina por crear ilusiones a menudo inciertas y desdibuja la realidad a través del triunfo, tan efímero, tan banal, quizá sin viso de continuidad. De la misma manera, es de justicia encontrar la medida para el análisis contenido cuando se suceden acontecimientos de grandeza.


En el Atlético están ocurriendo cosas. Llevaban los rojiblancos la última decada buscando su identidad por callejones del fútbol, tras superar un descenso deportivo, perder al ídolo local y la admiración patria, con la sombra del doblete demasiada larga.



Con indescifrable emoción acudió Sánchez Flores al quirófano atlético cuando el noviembre pasado articulaba el discurso del enfermo terminal, los cuidados intensivos y la UVI rojiblanca. No pudo entonces la afición entender mejor a un conjunto que penaba entonces en plazas de descenso, humillado en Europa. Demasiado irregular en la Liga, competición que hace más visibles las carencias del equipo; Flores acudió a las eliminatorias de Europa League y Copa del Rey, donde desacomplejó a sus jugadores, trabajó la parte motivacional e hizo que se plantaran en ambas finales.


Para entonces, ya había cambiado la cara al equipo. Apostó por De Gea y Domínguez, juveniles para Abel; limpió la cabeza a Perea, resucitó a Reyes y se dió de bruces con un equipo donde antes había una banda. Durante meses trabajó con un grupo de 13 jugadores sobre los que volcó responsabilidad, confianza y carácter ganador. La Europa League, bálsamo para un sala de trofeos quince años vacía, trajo la confianza del vencedor, la calma tras la turbulencia.


Ama la metáfora Flores, que hablaba con acierto de nuevo del epílogo a la campaña anterior que significaba la Supercopa de Europa. Hubiera sido un bolo de verano con ribetes si enfrente no hubiera estado el Inter de Milán, el mejor equipo italiano de los últimos tiempos, que no suelta el Scudetto hace un lustro, vencedor de la última Champions League; el único equipo capaz de frenar al Barça.


Plan perfecto.

Había mantenido secretismo Quique en torno a la alineación. Preocupado en cerrar los costados, juntó a Godín con Perea en el medio, pasando a Domínguez y Ujfalusi a las bandas. Defensa extraña, al poner cuatro centrales naturales, y sobre todo por dejar sin vestir a Filipe, flamante adquisición veraniega. Extraña pero impecable, el acierto atrás fue sin duda el gran cimiento de la victoria europea. Segura y contundente, si la concentración de la defensa continúa, el equipo crecerá mucho.
El colombiano, siempre sospechoso, se marcó un partido de hemeroteca. Futbolista de extremos, siempre al límite, su duelo de velocistas con Eto'o le hizo sentirse extrañamente cómodo, impecable al cruce. Tuvo mucho que ver Godín, que llevó a la frustración a Milito, mejor jugador de la pasada Champions League. El argentino sólo pudo rematar a puerta una vez, de penalti, estrellándose contra De Gea.

Del Inter no hubo noticias. Sneijder sólo tocaba el balón en estrategia y el mediocentro de Cambiasso y Zanetti era un azucarillo deshaciéndose en manos de Assunçao. Únicamente Maicon, en cabalgada solitaria, percutía por su banda. Dos tiros a puerta para el campeón de Europa retratan el espejismo del triunfo del juego destructor. Saca el balón el Inter con pateadores y segundas jugadas, con tosquedad y trampantojos, fútbol de subterfugio para un grande de Europa. Su oscura apuesta futbolística le clasifica junto a la Italia del Campeonato del Mundo, perdida en su fracaso tras tantos años de réditos obtenidos con tan poco fútbol.

No es que el Atlético haga baile de salón, pero para su papel secundario en la aristocracia europea, se apaña en las grandes citas. Ya no se alborota con el balón, tiene precisión en el pase, defiende por dentro y ataca por fuera. Sus dos goles llegaron de los extremos, en desmarque diagonal de Reyes el primero; y tras desborde con bandeja al área de Simao el segundo. Irregular la temporada pasada, el portugués aprobó en su primer partido tras su retiro de la selección: trabajador, incisivo y rápido de pies. Ambos goles, por cierto, partieron de las botas de Raúl García, y contaron con la complicidad de Agüero, autor de uno y embarullado asistente del otro.

Arriba, Agüero se bastaba para fisurar el muro de contención neroazzurro. Caía a las bandas, explotaba su velocidad y aguantaba las caricias rivales. Más desasistido se encontró Forlán, buscando sin éxito el disparo lejano que tanto provecho le dió el pasado Mundial.


La regularidad, asignatura pendiente.

Sería muy optimista sacar conclusiones aplicables a otras competiciones. Pero los galones que está ganando este equipo en Europa deberían ser aplicables al campeonato doméstico, donde el conjunto de Quique Flores debe confirmarse como tercera vía en una competición tan bipolar, donde losdos y el resto parecen no jugar a lo mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo soy del Atleti, si señor!

elhumanisto dijo...

Eso está bien.

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